Una joven de 18 años soñaba con que su familia la acompañara a todos los eventos de la iglesia a la cual ella asistía, pero les era imposible; sin embargo, ella no se daba por vencida y todos los días le pedía a Dios en sus oraciones que le demostrara a su familia que El era lo más importante en cada una de sus vidas.
Le ofreció rosario y cualquier cosa por difícil que fuera, con el fin de encontrar el momento donde su familia y ella pudieran estar junto a El.
Un 28 de marzo del 2002, jueves santo, obligaban a la joven que fuera con su familia a la finca de paseo, por la semana santa.
Ella se rehusaba debido a que no quería faltar a la procesión donde iba a participar con el papel de la Virgen Dolorosa y realizar 150 antorchas con su grupo juvenil para distribuirlas en la procesión.
La madre enfadada, le prohibió a la joven todo, pero ella sin prestarle atención se negó.
Luego en la mañana todos parten hacia la finca excepto la joven que se quedó sola y contenta, porque estaría mas cerca de Dios y haría el papel de su madre en la noche del viernes.
Pero hubo una tragedia donde toda la familia reaccionó y se dio cuenta que estaba cometiendo un grave error.
Regresaron de emergencia cuando recibieron una llamada de que su casa estaba en llamas y la joven desesperada había perdido todo, desde sus libros, cama, ropa, todo y lo único que conservaba era el vestido con el cual representaría a la virgen en la noche del viernes santo.
Ella lloraba desconsolada por la tragedia; pero en su llanto, le dio las Gracias a Dios incansablemente, porque esa fue la medida que el tomó para hacer reaccionar a sus padres y hermanas y se dieran cuenta que El estaba presente.
De allí todos fueron juntos a la iglesia, acompañaron a la joven a la procesión y ella estuvo feliz de que Dios le cambiara su vida y renaciera una familia nueva que no le prohibiera asistir a ningún evento desde entonces.
Nunca pierdas la fe, pide, que lo mas fuerte es la oración, y Dios nunca dice no, solo busca la manera de que te des cuenta de las cosas por muy dolorosas que sean.
Bendiciones, es mi historia. Ahora tengo 21 años y soy catequista de confirmación. Cada vez me demuestra Jesús que nunca nos abandona.
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¡LINDA REFLEXION!
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